Las Músicas de Quibdó: La Timba de Totio y los Ecos de una Herencia Viva

Capítulo 1: Las Músicas de Quibdó: La Timba de Totio y los Ecos de una Herencia Viva
Por Nino Caicedo y Alexis Lozano
La fuente donde bebimos

Cuando recordamos nuestras primeras experiencias musicales en Quibdó, inevitablemente aparece en nuestras memorias el nombre de Totio, un personaje entrañable de nuestra infancia y una fuente profunda de sabiduría rítmica. Totio no era solo un músico. Era parte de una familia tamborera que sembró, con sus manos y su alma, una de las raíces más fértiles de la música popular chocoana.
Vivían en el barrio Pandeyuca, al lado del querido profesor Crescencio Valencia, y allí, en ese espacio de comunidad y talento, comenzamos a escuchar por primera vez los pulsos de lo que luego reconoceríamos como parte de nuestro origen musical.
Totio y la dinastía de la marímbula
Totio, junto con Chungulito, pertenecía a esa dinastía de músicos empíricos del Chocó, que al principio tocaban con un instrumento singular: la marímbula, una caja de resonancia que produce notas graves con unas lengüetas metálicas, traída al bajo Atrato por negros expertos en caña de azúcar desde los ingenios de Sautatá y Sicerín. Ese instrumento era el corazón del formato tradicional llamado sexteto, compuesto por:
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Timba
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Bongó
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Maraca
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Clave
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Marímbula
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Guitarra (eventual)
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Violín (eventual)
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Voz y coro
La llegada del acordeón y el legado de Mianco

Con el tiempo, la marímbula fue desplazada y apareció un nuevo sonido que transformó la esencia del conjunto: el acordeón. Y quien lo tocaba no era otro que Miguel Ángel Mosquera Conto (tío materno de Nino Caicedo), conocido artísticamente como Mianco. Él se unió a la familia musical con su instrumento y, sin saberlo, tejió junto a ellos una parte crucial de la historia musical de Quibdó.
Los músicos del alma
La agrupación estaba así conformada:
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Totio
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Pedro Púa
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Isaías
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Mianco
No eran solo músicos: eran artistas completos. Disfraceros para las fiestas de San Pacho, humoristas naturales en cada conversación, constructores de tambores, contadores de historias y, por sobre todo, guardianes de una cultura viva que se expresaba en cada golpe de timba, cada nota de acordeón y cada risa compartida en la calle o en la tarima.
Nuestra primera escuela musical
La Timba de Totio no fue un grupo que grabara discos ni que apareciera en las portadas de revistas. Pero para nosotros, Nino y Alexis, fueron unos de nuestros primeros maestros. Los primeros sonidos que nos marcaron. Una de las primeras escuelas donde aprendimos que la música no se toca con las manos, sino con el alma y con la historia.
Seguimos bebiendo de esa fuente
Hoy, desde donde estamos, seguimos bebiendo de esa fuente.
Pronto vamos a publicar mas contenido relevante para esta serie.
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