Las músicas de Quibdó:Bájeme uno, su música sigue en nuestros corazones

Por Alexis Lozano y Nino Caicedo
Los sonidos que formaron nuestra alma

En nuestra infancia, en ese Quibdó que llevamos en el alma, hubo muchas influencias musicales que nos formaron el oído y el corazón. Pero si hay un sonido que aún nos sacude por dentro, es el de la flauta de carrizo del gran Bájame Uno —el rey indiscutible de ese instrumento en el Chocó.
Un recuerdo que aún nos detiene

Lo veíamos pasar por nuestro barrio, César Conto, justo por la carrera 6 con calle 13, lo que hoy es la calle 29. Apenas escuchábamos los primeros soplidos de su flauta, soltábamos la pelota sin pensarlo. Quedábamos quietos, embelesados, como hipnotizados por esa música que parecía venir de otro mundo… y al mismo tiempo, de lo más profundo del nuestro.
Una chirimía única
La chirimía de Bájame Uno era diferente. No tenía clarinete. Ni bombardinos. Su única voz de viento era su flauta de carrizo. En lugar de eso, lo acompañaban tambores, guasás, bombos, redoblantes. Él iba al frente, caminando rapidísimo —casi corriendo—, como si la música lo empujara hacia adelante. Y detrás, su pequeño ejército de músicos, marcando el ritmo con percusión pura.
El día que lo seguimos
Una vez no aguantamos más. Decidimos seguirlo. Corrimos tras él desde la calle 29 hasta la 31 (antes calle 15). Cuando por fin paramos, sin aliento, entendimos que no solo habíamos seguido su paso: habíamos comenzado a seguir su arte. Y con él, a entender que la música del Chocó no solo se escucha, se vive.
Un legado eterno

Hoy, cuando recordamos a Bájame Uno, lo hacemos con la emoción intacta. Su música no solo deleitaba. Encantaba. Nos enseñó a sentir el ritmo con los pies, con la piel, con el alma. Y aunque él ya no camine por esas calles, su música sigue resonando en cada rincón de nuestra memoria, como un tambor eterno que jamás dejará de sonar.
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